lunes, 25 de mayo de 2009

Invitación a desvariar


Sólo para reunir inventos, historias, cuentos, fantasías, silencios, desvelos, quejas, nadas que ver y/o todo lo anterior u otros, ACERCA DE ESTA FOTO tomada en un pueblo mágico llamado Imala en Culiacán, Sinaloa en este año.

6 comentarios:

  1. Era invierno casi primavera, casi acababa de empezar el año y casi la novia ya era esposa y yo casi, por poquito, ni veo esta casa donde probablemente vagan las almas y bichos en un convivio imperturbable. Casi los capto en su esencia si no hubiera sido por mi ojo y la cámara que disparé ahuyentándolo todo, bueno, casi todo.

    ResponderEliminar
  2. El día que se fue Ramón dió un tremendo portazo, no dijo nada; me había encargado que metiera las narices por ahí para que confirmara si lo que sospechaba era cierto, y yo, la verdad, aunque no me parecía muy agradable la tarea, tuve que hacerme a la idea y empece a investigar por el pueblo; con los que se juntaban a la baraja por las tardes, con las mujeres que acudían a la orilla del rio a lavar y hasta con el maestro que como en todo pueblo chico, era el consejero casi de todos y en cuanta cosa pasaba... Nadie sabía nada, no dijeron una sola palabra, claro que no les decía abiertamente lo que quería, me las ingeniaba para dirigir la conversación hacia el tema que me interesaba, pero igual eran infructuosos mis esfuerzos y me quedaba igual sin saber nada. Sin embargo, la gente ladina como es en el rancho, me miraba de reojo cuando me alejaba y casi podría decirse que adivinaban el motivo por el cual les preguntaba... La cosa me divertía era como jugar al gato y al ratón, pero igual me sentía por momentos el gato y por momentos el ratón. por eso cuando llegó Ramón y me miro con esa mirada tan profunda, tan negra, supe que no venía a preguntarme por lo que había pasado, ni siquiera a que le contara mis andanzas y lo que había trabajado para no enterarme de nada... Simplemente me miro de esa forma tan simple, tan triste e indignada y me azoto la puerta en plena cara, luego se fue con la tarde y nunca más volví a saber de él. despues yo también me perdí en la noche y nuestra casa se quedo sola año tras año y el viento se la ha ido llevando poco a poco, para pintar con el color de sus viejos ladrillos, los rojos atardeceres del olvido.

    Manlio fabio Herrera

    ResponderEliminar
  3. Mi padre siempre había dicho que no le interesaba nada, que mi madre y nosotros eramos solo cadenas que lo atabamos al lugar donde nunca debería haber venido y que en la primera oportunidad que tuviera se iría... Mi madre, desde siempre, pensaba que solo lo decía de los dientes para afuera, para lucirse con sus amigos y de siempre comentaba las oportunidades que su marido había dejado escapar y que demostraban que mi padre solo renegaba de sus lazos por tener de que hablar. Todo el tiempo que vivimos en la casa fue así, si el techo amenazaba con venirse abajo, mi padre solo instalaba un nuevo horcón para sostenerlo y mascullando maldiciones, repetía que ya pronto se iría de este lugar a la chingada. Cuando salía por la mañana, de cuando en cuando nos gritaba que le dijeramos adios; que ya no regresaba y mi madre ni siquiera lo miraba. Luego nos decía que las personas no debían decirse adios si querían reencontrarse nuevamente o si deseaban volver a verse. Y así era con todos, con sus amigas, con sus parientes, cuando le decían adios al retirarse de la casa, ella simplemente contestaba mandando saludos o diciendo únicamente hasta mañana. Pero un día, a pesar de todas sus precauciones, mi padre salió y no lo volvimos a ver, no supimos que pasó, mi madre lo lloraba, mis hermanos y yo eramos muy pequeños y no entendíamos. La gente la visitaba y tras platicar con ella, lloraba, lloraba. Lloró tanto que sus ojos empezaron a secarse y con ello también su piel que se llenó de arrugas. Despues de un tiempo, se negaba a recibir a sus visitas y cuando finalmente platicaba con ellas, las despedía con un adios que se sentía como un conjuro. Las visitas se hicieron entonces más escasas, despues casí ni nenían nuestros parientes y finalmente un día nos quedamos solos. Vino la tia Teresa por nosotros para llevarnos a su casa y cuando ya ibamos en camino con todos los cachibaches; lurios por pasear y colgando los pies fuera de la carreta, vimos que alguien colgaba del marco de la puerta de nuestra casa un moño negro y no volvimos jamas a ella

    ResponderEliminar
  4. ¿Y quién mora? ¿quién presencia los diálogos entre los ladrillos desgastados y el sol que los desgasta? si nadie está para oír el viento que pasa por el techo destruido, suena? Se hablan? Yo tendría que estar de interlocutora, yo debiera interpretar y traducir los diferentes idiomas que pretenden coexistir. Yo con mi infinita soledad sabría perfectamente lo cada quien dice.

    ResponderEliminar
  5. Vive el recuerdo en casa de los tiempos idos
    y un sórdido silencio que nubla los sentidos,
    si vas tras el umbral,
    si lo traspasas,
    te callará la soledad,
    te tragará la oscuridad,
    sin que ya puedas salir de su entorno.
    No cruces el umbral,
    si lo traspasas,
    cual polvo inerte yacerás por los rincones
    y condenado quedaras entonces,
    a que inerme,
    el tiempo lento te disperse en el olvido.

    ResponderEliminar
  6. No recuerdo el día en que me fui,
    solo me asalta la escena repetida,
    todos afuera mirando mi partida
    y yo partida el alma,
    dejándolos a todos.
    Me fui pensando que pronto volvería
    y hoy que la encuentro tan triste y derruida,
    me lleva el alma por entre sus despojos,
    a recoger recuerdos,
    doliente y afligida.

    ResponderEliminar